Imagen de: The Time Machine, 2002, Simon Wells, una película basada en el libro de Herbert George Wells, 1895.
Cuando vi esta película, imaginé en las posibilidades que tendría el contar con un “profesor” personalizado, que pudieras consultar sin el temor a que la información fuera falsa y que tuviera la sensibilidad de entender tus dudas para guiarte hacia las respuestas o a nuevas preguntas.
Luego, vino la “IA” y pensé que por fin los profesores serían sustituidos, pero antes de que esto sea una realidad, me plantee varios escenarios al respecto.
Hay una frase de Mahatma Gandhi que dice: Hay que ser duro con los problemas, pero delicado con las personas. Dicha frase es el resultado de una filosofía e introspección de una persona que vivió la violencia. Y sin que sea necesario ser violentado, los docentes son conscientes de los distintos tipos de violencia de la que son “victima” sus alumnos en el salón de clases y sobre todo fuera de él, en casa.
Esta sensibilidad es algo que va formando parte del docente y, sobre todo, está presente en la etapa en la que los estudiantes son adolescentes.
Entonces, analizando prompts y distintas versiones de estos “chats inteligentes” me doy cuenta de que, aún y cuando podríamos tener un profesor virtual con todas las respuestas del mundo, es necesario que esta “fuente de conocimiento” tenga sensibilidad para satisfacer, además de la sed de conocimientos, la necesidad de empatía y acompañamiento que requiere cualquier estudiante por parte de su “maestro”
Así que para que una “inteligencia artificial” pueda sustituir a un profesor humano, es necesario que se superen varias “ineficiencias” y, por otra parte, los profesores pueden ampliar la brecha entre lo que hace la IA y lo que hace un profesor para que la “sustitución” no llegue a consumarse.
Ineficiencia perceptiva
Actualmente, un profesor frente a clase es capaz de identificar si uno de sus alumnos tiene problemas de aprendizaje, si tiene déficit de atención o si está en alguno de los espectros del autismo.
El profesor tiene esa “sensibilidad” de analizar gestos, titubeos en las respuestas o la evasión a participar en clase, de ahí que pueda identificar la necesidad y ser capaz de cambiar las instrucciones para que sean comprendidas por el alumno que demuestra un nivel de entendimiento diferente al de sus compañeros de clase. La IA aún no cuenta con esa “percepción” con respecto a la información que proporciona y el entendimiento del solicitante.
Ineficiencia para evaluar
La IA provee respuestas a las preguntas que le hacemos, pero no nos pregunta si entendimos lo que nos dijo, tampoco nos pide ejemplos de “cómo aplicar” lo que nos acaba de responder y mucho menos es capaz de aplicar una rúbrica “al observarnos” resolviendo problemas con base en los conocimientos adquiridos gracias a las respuestas que nos proporciona.
En este sentido, es necesaria la intervención de un profesor u operador de la IA que permita completar estos servicios en el proceso de la transferencia del conocimiento.
Ineficiencia para socializar dudas y conocimientos
La IA actualmente tiene ineficiencia para evaluar, pero adicionalmente, no es capaz de hacer una pregunta, escuchar las respuestas de los miembros de una clase y “facilitar” el proceso de llegar a una respuesta “mediada” que permita a los estudiantes llegar a una “conclusión socializada”
Tampoco es capaz de mediar un debate pues su razón de ser es dar respuestas “correctas” y no el estimular el dialogo, el razonamiento individual y mucho menos el colectivo de la clase.
Ineficiencia para aceptar teorías
Como en la película que ilustra este artículo, la Inteligencia artificial no está preparada para adquirir conocimientos del solicitante, solo puede compartir los almacenados en su base de datos o hacer teorías basadas en la suma de otras teorías existentes en la misma base de datos.
En la película “The Time Machine – 2002” la IA dijo al protagonista tajantemente que los viajes en el tiempo no eran posibles. Es hasta pasados los años que, al volverse a ver, hizo una ecuación en la que dados los años que habían pasado, la única forma de que el protagonista tuviese la misma edad era que realmente hubiese podido viajar en el tiempo.
Por lo tanto, si la IA estuviese datada hace 2,000 años, en su base de datos, en la incógnita de la cosmovisión acerca de ¿Qué es más grande, la luna o las estrellas? Su respuesta sería: – La luna es más grande que las estrellas, si no me crees, mira el cielo esta noche –
Ineficiencia autónoma
Actualmente el rezago educativo está en las zonas rurales de cada país en cada parte del mundo, incluso en los países de “primer mundo”. Si al flamante “nuevo profesor” le atribuimos que requiere de conexión a internet y electricidad para funcionar, definitivamente el profesor humano será más eficiente.
Si bien el internet ya puede ser vía satélite, la electricidad aun es un tema por resolver. Sin embargo, aun resolviendo el tema con celdas solares o una batería “atómica” debemos acceder a resolver todas las ineficiencias antes descritas y de paso, la “regionalización” de los temas a enseñar, cosa que un profesor bien entrenado y con la experiencia necesaria, es capaz de resolver y tiene la capacidad de impartir clases tanto en una urbe desarrollada como en una remota zona rural.
En resumen
El profesor podrá utilizar en próximos años la IA de la misma forma que hoy puede utilizar una calculadora para comprobar una operación aritmética.
La IA quizá pueda resolver las ineficiencias que desde mi opinión aún son una gran brecha entre un profesor humano y uno simulado por la IA. Pero espero que la empatía y la necesidad de ser “sensible” con las personas, no sea algo que pueda desarrollar ningún tipo de inteligencia artificial.
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